Diego Marsella

Publicado en por ANQAM Escalada

DIEGO MARSELLA

 Nota publicada en revista KÓOCH

 

“El verdadero objetivo de la escalada tiene que ver con la naturaleza”

 

Es uno de los principales exponentes de la escalada deportiva del país. Desde sus comienzos en Bariloche, pasando por los Torneos Nacionales y las competencias internacionales, Marsella fue desarrollando una visión muy clara de cómo encarar el deporte y su carrera. Pensamientos y conclusiones sobre la escalada de alto rendimiento.

 

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Por

Santiago Bluguermann

 La tarde cae amena a orillas de la General Paz. Sentados frente a un generoso boulder hogareño, en el cual sus hijas dan fé de los genes que llevan con ágiles movimientos sobre las tomas romas blanqueadas por el magnesio, Diego Marsella comienza el diálogo con KOOCH. Mientras los mates y los bizcochos cruzan delante del grabador, las manos rugosas, castigadas, se mueven para dar énfasis a sus palabras, para fijar posiciones, para traer recuerdos de la infancia.

 

KOOCH: ¿Cómo empezaste a escalar?

DIEGO: Mis primeros pasos en la escalada son en Virgen de la Nieves una escuela que se usa para realizar prácticas de maniobras militares en las cercanías de la ciudad de S.C. de Bariloche, accidentalmente, y casi jugando con amigos. Mi vieja fue con la primera persona que recorrí, juntos con mis hermanos los refugios de Frey, Laguna Negra, Jacob y todas sus travesías, y fue así que empecé a recibir información sobre el deporte. Luego en Buenos Aires, conocí a la gente que escalaba en la palestra del Cenard, que me sirvió de puente para motivarme con la práctica de la deportiva y comenzar los viajes.

 

K: ¿Ahí te volcaste estrictamente a la deportiva?

D: Si, ahí empezaron la ganas de entrenar. La palestra era un buen medio y un punto de encuentro, quizás al no ser una escuela natural, hizo más difícil que se saliera a escalar a otros lugares pero creo lo que más importante que saque de ahí fue la motivación.

En la palestra se puede arquear una toma, y hacer series sobre regletas chicas, que es un buen entrenamiento para los dedos y lo malo que tiene es que siempre escalar sobre la misma inclinación y la posiciones de las tomas son iguales y genera un acostumbramiento que no está bueno.

A partir de ahí, que empecé a aburrirme y no sabía bien qué hacer, decidí salir y estar más en contacto con la naturaleza. El verdadero objetivo de la escalada tiene que ver con la naturaleza. Es lo que te mantiene motivado. Estando en Bariloche, en Patagonia o en Francia haciendo el Mont Blanc. Pero en los momentos en los que no estaba en la montaña, empecé a cruzarme con gente que trepaba (deportiva) y tenía el deseo de encadenar.

 

K: ¿Y el objetivo cuál era: viajar, conocer otros lugares, subir el grado al máximo posible?

D: A partir de los 18 años el objetivo fue subir el grado, intentando encadenar las vías más duras de Argentina y Sudamérica. Si me subía a una vía era para hacerla. No iba a pasar un día de campo. Ese pensamiento, con el tiempo fue tomando más valor y fue creciendo. De alguna manera fue lo que me hizo tomar un rumbo. Ahí me di cuenta de que para progresar no sólo hay que entrenar, sino que hay que dedicarse, elegir, invertir. Es tomar un montón de decisiones para poder mejorar el nivel. No se trata solamente de un aspecto físico.

 La escalada es un deporte en el que nunca podés decir “lo domino por completo”. Siempre hay situaciones nuevas, con las que uno se encuentra y que hasta ese momento no tenía ni idea que existían. Y creo que lo bueno, y lo que a mí me motiva para seguir haciéndolo, es lo nuevo.

 Estar trepando una vía, en la que nunca te subiste, intentar darlo todo te obliga a interpretar correctamente lo que propone la vía, visualizando y ejecutando los movimientos eficazmente. Entonces, cuando empiezan a interactuar todas estas sensaciones, uno escala fluido, sin hacer fuerza, sin los temores que te rondan en la cabeza cuando trepas. Eso es lo que me gusta, llegar a ese estado de fluidez y de saber interpretar bien las cosas para poder tomar las decisiones correctas.

 

K: ¿Conseguís llegar a ese estado cada vez que escalás?

 D: No siempre. Eso depende de cómo estés, de cómo vivas esa situación. Hay momentos en que estás más inseguro y así escalas. Hay otros en los que estás súper seguro y te sale todo bien.

 

K: ¿Lográs establecer una especie de mecanismo para poder rendir aún en los días en que estás inseguro?

 D: Sé qué puedo probar y qué no. La evolución tiene que ver también, con conocerse, con saber cómo funciona el cuerpo y la mente. Hay que exigir la máquina en base a las posibilidades y no esperar hacer más de lo que uno puede. Lo importante es centrarse en saber lo que uno puede en ese momento y hacerlo. A partir de ahí es cuando empiezan a salir las cosas. Si uno no está bien plantado y, por ejemplo prueba la vía más dura a la que se ha subido, está mucho más expuesto a un fracaso que te puede frenar la motivación en el futuro.

 

K: ¿Y te tocó enfrentar estos tipos de fracasos de los que hablás?

 D: Constantemente. Es parte de la exigencia que te propone la escalada. Hay que saber interpretar y leer todas esas cosas, hay que aprender a bancarse las derrotas y aprender de ellas. La escalada no te exige hacer la vía más dura. Simplemente la vía está ahí, sea del nivel que sea. El punto es saber encontrar cuál es el día para hacer una vía determinada. No hay nadie en el mundo que vaya a algún lugar y se haga todas las rutas a vista.

 

Fragmento del reportaje publicado en revista KOOCH Nº 11, diciembre de 2008

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